Comentario
Las mujeres tagalas se distinguían por los mantos de colores con los que se cubrían. Unos colores brillantes que en el caso de las mujeres principales solía ser de seda carmesí rematados por franjas bordadas con hilos de oro.
Las visayas tenían la costumbre de tatuarse las manos. Sólo se pintaban el dorso desde la muñeca, dejando libre la palma, con un dibujo adamascado muy fino que hacían resaltar aún más el oro de las pulseras y anillos que llevaban. Como ocurrió con las pinturas de los hombres -se tatuaban el cuerpo entero-, en las mujeres esta costumbre se perdió con el contacto con los españoles, aunque siguieron pintándose lunares en manos y brazos. Se veía tan elegante, que lo imitaron también las mujeres españolas.
Vestían con una especie de falda estrecha que a las principales les llegaba hasta la rodilla y a las demás algo más arriba. Esta prenda era de abacá entre la gente común, mientras que las principales la usaban de lienzo de algodón bordado con hilos de seda de diversos colores. De cintura para arriba llevaban una especie de sayo o baro corto que al menor movimiento les dejaba al descubierto parte del torso. Cuidaban mucho su pelo y se lo dejaban crecer sin cortárselo hasta dejarse una melena muy larga que, en ocasiones, llegaba hasta el suelo. Procuraban llevarlo muy peinado y muy limpio. Se lo lavaban con frecuencia, empleando como jabón la corteza de algunas plantas. Después lo untaban con aceites olorosos, como el de ajonjolí, que les servía para embellecer los cabellos, favorecer su crecimiento y evitar los parásitos. La mayoría de las mujeres visayas tenía el pelo rizado y se lo peinaban dejando caer un mechón sobre la frente. El resto se lo recogían atrás formando una especie de moño cerca de la coronilla. Como tenían mucho pelo y muy largo el moño podía llegar a ser tan grande como su cabeza. De hecho, consideraban elegante tener un moño grande, por lo que a menudo utilizaban postizos. Todo esto se completaba con adornos florales.
Mindanao fue una de las islas más renuentes a la influencia española. De hecho, durante siglos opusieron una fuerte resistencia a la dominación. Las mujeres vestían un saco abierto por los y ceñido a la cintura. Esos sacos estaban hechos con tejidos muy finos y transparentes. Como gala empleaban un sayo cerrado en el pecho y con mangas muy anchas, bordado con hilo de oro. También tenían unos mantos de seda, llamados patolas, que se ponían para salir de casa.